En su tercera novela protagonizada por el ya popular Remil, el periodista y escritor dialoga con la realidad, pero se plantea ¿qué pasaría si a determinados personajes se les ocurrieran determinadas ideas?. Así, se sumerge en el mundo del espionaje político.
por Claudia Roldós
“La ficción es mejor que el periodismo, podés contar sentimientos, intimidades”, aseguró Jorge Fernández Díaz. Se refitió a su tercera novela “La Traición” que “dialoga con la realidad pura pero la recrea. Desde una realidad virtual, la refleja”.
¿Por qué la ficción es mejor que el periodismo? “Porque en el periodismo no podemos contar sentimientos, ni la intimidad completa -de ciertos procesos- si no podemos probarla. Pero sabemos muchas cosas que no podemos contar”, definió el periodista y escritor.
Con esta premisa, en la tercera obra protagonizada por su ya popular personaje “Remil” -tras El Puñal y La Herida-, se sumerge en el mundo del espionaje político y se pregunta: ¿Qué pasaría si a determinados personajes se les ocurrieran determinadas ideas?
En el marco de su participación en el ciclo Verano Planeta a propósito de la presentación de esta obra que figuró entre las más vendidas de la editorial, habló con LA CAPITAL. “Escribir esta novela fue producto del confinamiento. Empecé a escribirla en marzo y la terminé en octubre. Fue una batalla contra el tiempo, contra mi mismo y contra el encierro. Escribir siempre fue un refugio donde guarecerme de las crueldades e insensateces de la vida. Acá había un clima apocalíptico y esto me permitió encerrarme muchísimo”.
Tras indagar en el mundo de la narcopolítica y en el de los feudos provinciales, en ‘La traición’ se metió en el plano de la actualidad político-periodística y por ello “el verosímil fue mucho más fuerte que en otras novelas, me dejó noches de insomnio, porque yo quería sorpresa y espectacularidad pero que a la vez sea creíble por cualquiera que lea los diarios, que esté informado”, definió.
Además se trata de una novela más compacta que las anteriores. Se lee rápido, pero “deja sensación de intensidad”, al estilo de las novelas de Maigret de Georges Simenon, pero adaptadas a la idiosincrasia argentina.
“Creo mucho en los géneros de misterio, policial negro, western, pero no creo en una relación artificial y directa de esos géneros a la Argentina. Creo, sí, en una traducción y cuando traducís eso a la realidad argentina, si sos honesto, lo convertís en otra cosa”.
Por eso Remil no se puede comparar con ninguno de los protagonistas de las obras de estos géneros. “Se trata sobre la política argentina y sobre el espionaje político. Sobre una guerra de malos contra peores y porque el personaje se mueve entre bambalinas y tiene, además, conflictos emocionales muy marcados, que de alguna manera lo hacen empático”, definió.
– En ‘La traición’ cambia la dinámica de la relación de Remil, con su jefe Cálgaris, ya de por sí compleja, con la inclusión de Belda, que contribuye a ese cambio.
– Claro, acá hay un personaje que deviene del libro anterior que es la jefa de los servicios de inteligencia, la señora 5, y de alguna manera, trabaja para los dos. Mientras los dos están unidos no hay drama, pero cuando empieza la lucha entre ellos Remil siente que el padre y la madre se pelean. esa tensión emocional me interesaba mucho.
– Los tres, desde las sombras, están en los entretejidos del poder.
– También me interesaba recrear el mundo del secretismo, de las vacas sagradas del setentismo, montoneros, de los progresistas que dejaron de serlo porque aceptaron la corrupción, porque se plegaron al autoritarismo. Me pareció que esa galería de personajes era interesante. La idea primigenia fue plantear la hipótesis de qué pasaría si en esta glorificación de los 70 que hay, alguien cree que realmente puede ser realidad, como ocurrió con Gorriarán Merlo y La Tablada. Qué pasaría si hoy ocurriera, qué pasaría si eso involucrara al Papa.
– ¿Qué pasaría si la ficción se convierte en realidad?
– Pienso que el Vaticano discretamente haría inteligencia que evite que el Papa fuera manchado. A partir de esa idea, que fue la idea germinal que se me ocurrió en Francia, cuando estuve dos meses becado en Paris, fui recreándola bastante, tomando notas y personajes hasta que empecé a escribirla.
– Los personajes de los que te valés para recrear esta hipótesis tienen una cara, los podés asimilar a alguna persona de la vida real, pero a veces, también se pueden reflejar en varios, en sus roles, desde la política, la iglesia, la farándula…
– Sí, todos son personajes y situaciones ficcionales pero todos ellos tienen el sabor de la realidad, porque aluden a un realismo virtual donde es posible recrear de una manera ficcional lo que realmente pasa, pero a la vez de devolverle un sentido a la realidad. Un sentido distinto. Es un poco el juego de Remil. A la propia realidad, por más espectacular que parezca, no la conocemos en su lado oscuro verdadero. De ese lado oscuro hay que saber e imaginar, que son los dos elementos del thriller político, una tradición que no existe en Argentina, pero si en el mundo anglosajón donde es muy importante.
– No tiene tradición pero te llena de recursos.
– Imaginate, me siento a leer el diario y recorto muchísimo para Remil. Cada seis meses agarro una montaña de recortes y la tiro. Y sigo juntando, porque es inmanejable. Podría escribir un Remil por mes si tuviera fuerzas porque las cosas que ocurren en la Argentina son increíbles y el modo de imaginar y de meter la realidad, es amplísimo. Remil es un personaje muy plástico que no es un detective o un comisario tradicionales, puede hacer una investigación, ser guardaespaldas, guía, a veces es malo o malísimo, a veces es bueno.
– Está al servicio de la política.
– La novela es política. No tengo dudas de que con los años, por mi trabajo, me fui convirtiendo en un escritor político, tanto por lo que me exigía el artículo de los domingos de La Nación, que me exigió volver a estudiar historia política, politología, sociología, y las novelas de Remil que también exigen un conocimiento de la política, algo inesperado en mi vida, nunca pensé que iba a ser un escritor político, pero sí, siempre creí que iba a ser un escritor de los llamados géneros populares, con los cuales trabajo desde muy joven.
“No me meto con la religión”
– Mencionaste al Papa. En un momento en la novela se dice que Puerta de Hierro queda en Santa Marta. ¿Estás convencido de que es así?
– Sí, creo que en los últimos tiempos eso menguó un poco porque hay un cierto desencanto en Santa Marta con respecto a cómo marcha el gobierno que el Papa Francisco o, más específicamente, Bergoglio tanto quiso. Bergoglio es un ideólogo de este gobierno. Alguien muy importante que une a los peronismos para derrotar a Cambiemos y es el que interviene en negociaciones internacionales y es muy importante todo el acompañamiento de la nueva cúpula de la Iglesia Católica donde la mitad es bergoglista. Bergoglio interviene e intervino en operaciones.
Y lo menciono como figura política, no religiosa. Yo no me meto con la religión. Nadie se atreve a decirlo en voz alta pero es una barbaridad la partidización de Bergoglio y él continuamente haciendo operaciones políticas y cuando alguien lo critica por cosas políticas sale diciendo que es un pastor. Como pastor yo no tengo nada para decir, pero hay operaciones que la Iglesia hace en la Argentina de todo tipo. haber apoyado la teoría lawfare es una verdadera pavada, simplemente para dejar libres a los corruptos, con coartada, se ideó en Santa Marta y Bergoglio lo dijo públicamente. Yo critico esas jugadas políticas no la fe, pero aquí es un personaje, que aunque no aparece de forma directa, su sombra siempre está.
– Tratás con sarcasmo e ironía, cómo la pantalla, el micrófono, el peligro, erotizan, atraen y hacen caer a personajes experimentados.
– Porque es parte de cómo se utilizan diversas maneras de espiar a las personas y destruirlas. A veces desde operaciones sucias mediáticas, a veces espiando a sus psicoanalistas y todo tipo de asuntos, nontando una agencia de espionaje muy agresiva en esta novela. No sé, francamente, si esto ocurre así. Si se que el espionaje político es la especialidad de la casa en los últimos 50 años. No he tenido relación con los espías pero conozco varios Remiles del mundo de la inteligencia criminal, relacionados con la policía y me han contado muchas cosas interesantes.
– Escribís la frase: ‘La farsa histórica ha vuelto a su estado natural: la tragedia’. ¿Tu visión del país es pesimista?
– Yo creo que puede volver a ser una tragedia. Si hay un malentendido, si se juega con fuego. El caso de La Tablada por ejemplo. Hubo alguien que se lo tomó en serio y volvió a su origen el problema, volvió a la tragedia. Yo no digo que eso va a pasar en la Argentina. Digo que le costó mucho a la democracia alcanzar el pacto del Nunca Más, que consistía en que matar gente no es bueno. Si se desgasta esto es peligroso. No es gratis.